lunes, 9 de marzo de 2015

Cuartos. Lo apolíneo y lo dionisíaco

Lo apolíneo y lo dionisíaco: El mundo griego identificaba dos espíritus polares entre los que se debatía todo ser. Lo apolíneo y lo dionisíaco. Apolo, dios sol de la mitología griega, símbolo de la Razón y la iluminación, encarna todos los valores del espíritu que privilegia la mesura, la prudencia, la deliberación intelectual frente a las situaciones de la vida. Según el paradigma del pensamiento apolíneo, la verdad debe ser reflejada con la mayor fidelidad posible, con realismo y ecuanimidad. Por oposición, lo dionisíaco irrumpe en honor de un dios adoptado en conquistas de pueblos no helénicos. Dionisio, en efecto, representa algunos principios de la naturaleza humana que los griegos rechazan por desmesurados. Es por ello que el dios del vino es percibido siempre como un personaje extranjero. El hombre griego se resiste a entregarse al imperio de la emoción, la pasión, el desenfreno y la fantasía. Rehúsa perder el control racional de su destino. Es cultural su obsesión con el control racional de las situaciones y la moderación de los impulsos. No obstante, reconoce la existencia de estas tendencias en la psique humana, y por ello le interesa educarlas. Los Movimientos literarios manifiestan, al igual que el hombre mismo, la primacía de uno de estos espíritus polares. La dinámica de alternancia de los periodos o Movimientos literarios determina una oscilación de un espíritu a otro a medida que avanza la historia. Así, si un Movimiento literario posee espíritu apolíneo, el siguiente tenderá a equilibrar ese racionalismo proponiendo un tipo de literatura en la que prevalecerá la intuición, la fantasía, la emoción, etc. En suma, será dionisíaco. Este movimiento por oposición se repite una y otra vez en el pasaje de un periodo a otro. No obstante, esta polaridad se va moderando a medida que avanza la historia, porque la humanidad fue comprendiendo que no era necesario desechar todos los aportes del movimiento anterior. Fue valorando aquellos aspectos positivos del periodo precedente, e integrándolos al nuevo Movimiento sin temer la pérdida de su espíritu particular. Este hecho produce la reducción temporal de cada periodo, la aceleración: si la Edad Media comprende diez siglos, el periodo siguiente, el del Renacimiento, sólo cuenta un siglo de producciones artísticas. La sucesión de Movimientos se acelera a tal punto en los últimos siglos que los periodos ocupan décadas, y no ciclos de cien años. Asimismo, la integración de los aspectos rescatables de Movimientos anteriores, va desdibujando la división clara entre lo apolíneo y lo dionisíaco. Un ejemplo de esto es el Modernismo, que reúne características de ambos paradigmas, imposibilitando clasificar sus obras bajo un mismo espíritu. Esta interpretación de la Historia literaria universal es simplemente una generalización. De ninguna manera pueden reducirse las obras literarias a estos dos únicos patrones sin caer en una arbitrariedad. Sin embargo, la utilizamos porque facilita la comprensión de los motivos por los cuales la historia cambia, pendula y crece.