domingo, 18 de marzo de 2012

Para los que no logran tomar apuntes coherentes. Crónicas de Indias
Las Crónicas de Indias no son consideradas historia porque no responden a los cánones que dicha disciplina exige.
En primer lugar, no poseen fuentes documentales en las que debe sustentarse todo escrito histórico.
En segundo lugar, no fueron generadas con una mínima distancia temporal respecto de los hechos, sino que formaron parte de las “bitácoras” de navegación y “diarios” de consignación cronológica de lo que los cronistas vivían en tiempo real, es decir, fueron construidas con simultaneidad a los hechos ocurridos
En tercer lugar, no responden a la necesidad de objetividad que reclama el género historiográfico por cuanto están escritas por sujetos sometidos a expectativas condicionadas por la necesidad de que la Corona española les otorgue honores y recursos como paga por los trabajos realizados y financiación para nuevas conquistas en territorio americano. Por otra parte, en términos de objetividad, la visión de los cronistas aparece influida por una cantidad de mitos antiguos, propios de la cultura occidental, que detonan al contacto con un sitio de civilización dispar. De tal modo, por ejemplo, no son capaces de ver objetivamente el mundo por reflejar, condición que debe perseguir todo estudio histórico.
Muchas escogen la primera persona para relatar los hechos, lo cual inclina la voz del narrador hacia la subjetividad total.
Las crónicas, en cambio, son catalogadas como productos literarios y artísticos.
El motivo fundamental es que poseen un afán estético en su intención primera. Es decir, son obra del intento de reeditar desde lo estético,  lingüístico y tonal, las Crónicas típicas de viajes de la Edad Media y de la Antigüedad Clásica.  Su referente no responde a una obra histórica, sino que los cronistas intentan imitar los recursos, los códigos y características de diversas obras literarias.
Por otra parte, sus textos están plagados de mitos, figuras poéticas que sirven para describir un paisaje desconocido, como los poetas previos utilizan esas imágenes para describir el mundo celestial, al que naturalmente no conocen.
El mito del Paraíso, producto de la obra literaria fundamental que es  la Biblia, mina la visión de los cronistas llevándolos a construir ficciones poéticas en sus narrativas.
Colón arriba a las costas de América y se impresiona respecto a la frondosidad del paisaje, la alternancia infinita de especies y la ausencia de la mano del hombre en un entorno que se le revela como paradisíaco.
Describe en su diario, con la dificultad consabida de no hallar los términos para describir lo desconocido, una naturaleza mítica, perfecta.
Sin embargo, esa visión desmesurada, abundante y pródiga, pronto se torna un entorno temible, cuando sus hombres y el Capitán se internan en tierra.
En expediciones posteriores, Colón se topa con la realidad de insectos temibles, vegetación tan tupida como laberíntica, y con la tribu de los caníbales, cuya afición por alimentarse de carne humana horroriza al cronista. Por este motivo la considera enemiga.

El tópico que forja Colón y la posteridad toma como una imagen indeleble es el del “Buen Salvaje”. Así describe Colón a los hombres que halla en América, desprovistos de civilización, pero nobles, puros, religiosos, de gran generosidad, y humildad.
El tópico ya plantea la idea de que el hombre no es malo, sino que la civilización occidental es la que lo pervierte.
La historia toma el tópico y lo reedita en muchas obras artísticas y literarias. Ejemplo de esto es la obra La Tempestad, de Shakespeare; Utopía, de Tomás Moro, etc. Asimismo, el filósofo de la ilustración llamado Rousseau plantea el mismo tópico para explicar la bondad natural del hombre y la tarea corruptiva de toda civilización