Los cronistas y los conquistadores en general esperan hallar oro, una vez desembarcados.
En principio, los indígenas les obsequian y les exhiben una cantidad de objetos preciosos que en Europa serían sólo dignos de estar en manos de reyes y de poderosos
En América, una cultura menos materialista permite que los posean hombres comunes
El prejuici...o europeo los lleva a pensar que existen cantidades astronómicas de riquezas de piedras y metales, lo cual finalmente es, en algún punto, cierto, pero no en la medida en que los conquistadores lo imaginaban.
Por otra parte, el interés de los cronistas por conseguir que la Corona les enviara más recursos para las expediciones multiplica las expectativas y la idea crece alimentada tanto por sus difusores (cronistas) como por la avaricia de la Corona. Al llegar a América esas esperanzas nobles de España, se acrecientan más las convicciones de que existe tal tesoro y con ese ciclo se retroalimenta la fantasía.
Es posible ver estos deseos no sólo en el tono y la importancia que se le concede en los textos a la descripción de objetos preciosos, la mención de que estaban en manos humildes, etc. Además, también se nutre la quimera de hallar "El dorado" o ciudad completamente construída en oro, mito que acompaña durante siglos al proceso de Conquista.
Tanto en las expediciones por lo que fue el Imperio Inca, cuanto por las del Azteca, aparecen datos pretendidamente fidedignos según los cuales existe un sitio en el que se concentra, como un corazón, el gran tesoro indígena.
En principio, los indígenas les obsequian y les exhiben una cantidad de objetos preciosos que en Europa serían sólo dignos de estar en manos de reyes y de poderosos
En América, una cultura menos materialista permite que los posean hombres comunes
El prejuici...o europeo los lleva a pensar que existen cantidades astronómicas de riquezas de piedras y metales, lo cual finalmente es, en algún punto, cierto, pero no en la medida en que los conquistadores lo imaginaban.
Por otra parte, el interés de los cronistas por conseguir que la Corona les enviara más recursos para las expediciones multiplica las expectativas y la idea crece alimentada tanto por sus difusores (cronistas) como por la avaricia de la Corona. Al llegar a América esas esperanzas nobles de España, se acrecientan más las convicciones de que existe tal tesoro y con ese ciclo se retroalimenta la fantasía.
Es posible ver estos deseos no sólo en el tono y la importancia que se le concede en los textos a la descripción de objetos preciosos, la mención de que estaban en manos humildes, etc. Además, también se nutre la quimera de hallar "El dorado" o ciudad completamente construída en oro, mito que acompaña durante siglos al proceso de Conquista.
Tanto en las expediciones por lo que fue el Imperio Inca, cuanto por las del Azteca, aparecen datos pretendidamente fidedignos según los cuales existe un sitio en el que se concentra, como un corazón, el gran tesoro indígena.