jueves, 27 de marzo de 2014
Cuartos. Símbolo y Signo
Se concibe el signo como una señal unívoca, cuyo significado es un mensaje preciso y único. Ejemplo: la señal roja del semáforo no puede significar nada fuera de la advertencia de detenerse en el tránsito. El símbolo, por el contrario, es un lenguaje natural de la psiquis humana. El hombre es un animal simbólico y tiende a cargar de sentidos el mundo circundante, para expresar realidades que exceden la materia y expresan más un mundo espiritual que material, más realidades de índole emocional, que órdenes o normativas. Esto explica que en el origen de todas las civilizaciones existan mitos que explican simbólicamente realidades trascendentes. El símbolo es, en sí mismo, plurívoco o polisémico. Es decir, posee múltiples e inagotables sentidos. Un ejemplo de símbolo sería, por citar uno, el del agua. El agua aparece muchas veces como imagen de vida, porque es allí donde se originó la vida del planeta. Personalmente, el hombre también posee un origen acuático, en vista de que su gestación ocurre en el seno materno, dentro de una placenta llena de líquido o "aguas maternales". Asimismo, en la liturgia cristiana vemos las aguas bautismales en las que están depositados los poderes de limpieza y regeneración para el hombre. Pero al tiempo que el agua simboliza las dos realidades citadas, también es, en ocasiones símbolo de muerte. En efecto, en el episodio del Diluvio Universal también narrado en la Biblia, se observa el carácter amenazante de las aguas. Todos las acepciones del símbolo "agua" pueden convivir en un mismo contexto, sin que por ello ninguna se erija en la verdadera, o en la falsa. La apertura del símbolo determina que se trate de un lenguaje que supera la razón (pensamiento analítico, esquema en díadas o dualidad) y trascienda la misma naturaleza encarnada. Es por eso que las religiones y algunas altas filosofías utilizan el símbolo como lenguaje indispensable para expresar la verdad. La poesía, la literatura en general, está plagada de símbolos e imágenes polisémicas. A ello debe no sólo su capacidad de rebasar los límites humanos, de enaltecer el espíritu, sino también su universalidad.