jueves, 16 de marzo de 2017

Cuartos. Capítulo IV

Capítulo IV. Paradigma. Lo antropocéntrico y lo teocéntrico
El profesor escribió “Espíritu de los movimientos” y dividió en dos el pizarrón. De un lado puso la palabra “Apolíneo” y del otro “Dionisíaco”. Debajo, en el centro, “Paradigma del movimiento” y ubicó a cada lado respectivamente “Antropocéntrico” y “Teocéntrico”. De tal modo que quedaron de un lado de la línea “Apolíneo y Antropocéntrico” y del otro, “Dionisíaco y Teocéntrico”
Después, explicó que los movimientos o las personas en las que prevalece lo apolíneo son realistas, observan la realidad tal cual la ven. Y por eso tienen la vista puesta en el hombre y en lo que lo rodea, en el mundo al que necesita comprender, dominar, y utilizar para su provecho. No les interesa aquello que no está manifestado a los cinco sentidos. La magia, los fantasmas, los misterios del más allá, la mística y esas cosas no son temas que aborden.
−¿O sea que Harry Potter sería dionisíaco?− preguntó Tomás, desde el fondo.
−No, lo correcto sería decir que es teocéntrico en cuanto a su cosmovisión o visión de mundo. Porque justamente tiene un interés en temas que escapan a lo que se puede comprobar con los sentidos, que rebasan los límites de lo humano y se encaminan directa o indirectamente a desentrañar los misterios del universo, lo desconocido, etc. ¿Y cómo les parece que concibe el mundo Sherlock Holmes, si se la pasa queriendo encontrar pruebas físicas o experimentales de los crímenes que investiga? –preguntó el profesor.
−Sería antropocéntrico. –contestó Renata.
−¡Exacto! Lo apolíneo y lo antropocéntrico suelen venir juntos. Y lo dionisíaco y teocéntrico, también.
El profesor notó que no había partido de la etimología, y volvió atrás.
−Aclaremos algo. “Antropos” significa en griego “hombre”. Entonces “antropocéntrica” es esa mirada que tiene en el centro al hombre, es decir, mira todo desde la perspectiva del hombre. En cambio, “Teo” significa Dios, así que lo “teocéntrico” es aquel análisis que se centra en entender la realidad como creación de Dios, Dios en el centro.
Lo teocéntrico parte de esa convicción humana muy antigua de que existe algo que está fuera de la creación y que le dio vida, del que depende nuestra existencia y al que posiblemente vayamos al morir. No estamos hablando de la religión católica, ni la judía, ni la musulmana. Estamos hablando de algo más primitivo. Las tribus originarias no hablan de ninguna religión, pero en general le atribuyen a algo no humano la creación de todo lo que los rodea. Creen en un lugar en el que pueden comunicarse con ese “algo”, creen en momentos importantes para hacerle tributos, etc. Así que no se trata simplemente de creer en Dios, eso es común a casi todas las culturas, el asunto es mirar las cosas desde esa perspectiva y no desde el hombre. Si yo cuento una historia en que alguien roba un banco, lo investigan y va preso, ¿desde dónde estoy mirando las cosas?
−Es antropocéntrico. Desde el hombre, pasan todas cosas normales.
−Bueno, “normales” no sé si es la palabra, lo importante es que no interviene nada invisible, sobrenatural, inexplicable. Las cosas están miradas desde una perspectiva humana, ¿no? Pero si hablamos de un señor al que una voz le dijo que debía juntar a su familia y huir a otro país porque corría peligros. Y el hombre se va y llega una legión de soldados e incendia su casa y mata a sus animales… ¿Cuál es la perspectiva? ¿Está mirado desde lo que puede explicar el hombre con sus sentidos, o no?
Un par de segundos se sumergieron los chicos en la incertidumbre. Después, levantó la mano Gonza. El profesor le permitió que contestara.
−La voz que que le avisó el peeeligro no tiene explicación. Para mí eees “teocéntrico”.
−Muy bien. Eso es. Ya volveremos sobre este asunto muchas veces, pero la idea quedó, ¿no es cierto?
Viqui no contestó el sí a coro de los demás. Pero estaba de acuerdo. De acuerdo con su propia hipótesis de que Miguel era así. Todo el mundo lo veía complicado, pero él era el único del curso que se preguntaba cosas que no se veían a simple vista. Cosas que ella juzgaba más profundas: asuntos sobre el universo, qué somos antes de nacer, qué sucede después de la muerte…
Si ella misma no hablaba de esos temas era porque sabía de antemano que a nadie le interesaban. O peor, a algunos les molestaba pensarlos. Por eso callaba esas preocupaciones incluso ante sus padres, que se habrían extrañado demasiado si salía con algo así.
Ahora lo tenía claro. Miguel siempre hacía comentarios detrás de los que descubría su mismo debate interno. Ahora estaba segura de que ambos tenían mucho en común. Y no hay cómo combatir ese deseo de comunión, la obsesión por sentirse comprendido… Coincidir con alguien es una fuente de alegría casi incomparable. Si antes sentía como un susurro la atracción por Miguel, después de esta clase, le gustaba con la estridencia de un alarido. Ahora iba a ser mucho más difícil disimularlo…
Lo que perdió de vista Viqui −y los demás entendieron bien− es que Movimientos literarios enteros tenían ese espíritu dionisíaco y esa perspectiva teocéntrica. Si era así, tenía que haber muchos libros, muchos autores, con el mismo sentir. Viqui y Miguel no estaban ni remotamente solos en su visión.