Victoriana Hurtado
Cuenta una leyenda que la joven Victoriana Hurtado era
además de la heredera de una gran fortuna, una belleza insuperable. Muchos
hombres habrían deseado desposarla. Pero su padre le dejó escoger al que más le
gustara. Así fue que tomó esposo, dejándose llevar por la primera impresión. Un
tiempo después de casarse comenzaron a llegar los hijos y Victoriana sintió que
algo estaba distanciándola de su esposo. El juego, otras mujeres, su hábito de
malgastar la fortuna eran un verdadero muro entre ellos. Con el tiempo, sus
hijos crecieron y tomaron actitudes similares. Deseaban, por encima de
cualquier otra cosa, la muerte de su madre para heredar toda la fortuna.
La vida le envió
una enfermedad a Victoriana que hoy la ciencia conoce como “Catalepsia”,
y que finalmente pondría las cosas en su lugar. Quien padece catalepsia, sufre
un fenómeno que lo hace parecer muerto. Carece de signos vitales por un tiempo,
pero aunque sea imperceptible, sigue vivo. Un tiempo después, el síntoma se va
y sucede lo que el pueblo ve como un milagro: el muerto parece resucitar.
Victoriana comenzó a sufrir estos vahídos y sus
familiares festejaban hasta el amanecer convencidos de que finalmente
recibirían sus riquezas. Unas horas después, la mujer regresaba y todo el mundo
se ponía de luto.
En una de esas ocasiones, permaneció sin signos vitales
los tres días de cautela y finalmente los deudos la hicieron enterrar.
Unas horas después de ser enterrada, el cuidador del
cementerio oyó golpes y gritos. Se acercó a su sepultura, y vio su mano
abriéndose paso por la tapa abierta del ataúd… Lo que sucedió después es fácil
de imaginar…
Sus hijos y su esposo vivieron, desde ese mismo día, en
la más penosa pobreza porque Victoriana se aseguró de reescribir su testamento
y dejar toda la fortuna a una obra de Caridad. Eso explica que en el pequeño
edificio de su sepultura se vea una escultura escalofriante: la mano de mármol
emergiendo del muro y sosteniendo unos papeles que dicen “Testamento”.