La
cueva
Cuando era niño
me encantaba jugar con mis hermanas debajo de las colchas de la cama de mis
papás. A veces jugábamos a que era una tienda de campaña y otras nos creíamos
que era un iglú en medio del polo, aunque el juego más bonito era el de la
cueva. ¡Qué grande era la cama de mis papás! Una vez cogí la linterna de la
mesa de noche y le dije a mis hermanas que me iba a explorar el fondo de la
cueva. Al principio se reían, después se pusieron nerviosas y terminaron
llamándome a gritos. Pero no les hice caso y seguí arrastrándome hasta que dejé
de oír sus chillidos. La cueva era enorme y cuando se gastaron las pilas ya fue
imposible volver. No sé cuántos años han pasado desde entonces, porque mi
pijama ya no me queda y lo tengo que llevar amarrado como Tarzán.
He oído que mamá
ha muerto.
Fernando Iwasaki (Lima,
1961), Ajuar funerario (Páginas de Espuma, 2004)